martes, 7 de octubre de 2014

En defensa de la Literatura Fantástica

Me he alejado un poco del blog y lo lamento.
Pero regreso con un artículo de opinión que, espero, reciban con afán de compartir sus experiencias o comentarios.

Cuando se nos presenta un libro por primera vez, sentimos diferentes cosas: alegría, si es uno que queríamos, curiosidad si es uno relativamente nuevo, disgusto si tiene un título o portada horribles y, en raras ocasiones, decepción porque nunca quisimos leer.

Pues bien, quienes sentimos alegría o curiosidad nos convertimos, en un futuro cercano, en lectores de hábito, o sea que leemos desde las etiquetas del shampoo hasta enciclopedias de más de cinco tomos. No paramos porque amamos ver un conjunto de palabras formarse, con sentido propio y autonomía sintáctica.
Llegados ya a este punto, por ley natural, todos tenemos a una persona en nuestro círculo de amistades que no comparte nuestra visión sobre la lectura, por lo que su frase de recepción al vernos caminar hacia ella con un libro del género Fantástico es "¿por qué pierdes el tiempo leyendo eso?."

Para algunos individuos, leer es una tarea tediosa, una obligación fatídica, un mal necesario para poder obtener un título universitario, para otros, leer representa una vía de acceso a la superioridad intelectual, pero únicamente enfocando los títulos a adquirir dentro de su esfera de formación profesional, haciendo a un lado libros "absurdos e infantiles".

Quienes nos acercamos a la lectura a través de títulos como Matilda, Peter Pan  o algún cuento de los hermanos Grimm, consideramos insultante que la Literatura Fantástica sea maltratada de tal forma, denigrada y rebajada al punto de etiquetársela como "una pérdida de tiempo", en relación a publicaciones científicas.

No puedo concebir que un ser humano desprecie la capacidad infinita de la imaginación, la dedicación de muchos autores a crear, desde pequeñas situaciones fantasiosas hasta universos enteros; es notable que perdieron su tiempo, claro está, puesto que nombres como Lewis Carroll,, J. R. R. Tolkien,, C.S Lewis, Terry Pratchett J. K. Rowling, Neil Gaiman, George R. R. Martin y otros más no les suenan de nada a nadie; ninguno de ellos recibió ningún premio a nivel literario, ninguno de ellos es un ícono generacional, y ni qué decir sobre su ganancia financiera.
Obviamente ellos perdían su tiempo escribiendo.

Este es un artículo parcializado, dirán. Sí, lo es, puesto que creí imperioso aclarar que un lector que lleva en sus manos un libro como Stardust o El hobbit, no es porque no tenga otra cosa en qué ocupar su tiempo, al contrario, tal vez tenga títulos académicos por finalizar, pero se da un tiempo, aunque sea entre cambio de transporte, para disfrutar de la magia envuelta entre las páginas de la Literatura Fantástica.


Leer a Hawking o a Patrick Rothfuss no  hace que un lector sea mejor o peor, la Literatura es una sola, y debe manifestarse en el ser humano como una expresión de tolerancia absoluta; la lectura formativa en el campo escolar es, indiscutiblemente, necesaria, puedo dar fe de ello por mi dificultad de dar término a mi lectura de Las Dos Torres debido a que inicié hace poco un libro que va sobre Logoterapia, tema que estudio como parte de mi carrera de Psicología. 


Tal como no se debe juzgar a un libro por su portada, tampoco deberíamos juzgar al lector porque tiene en su regazo un ejemplar de Canción de Hielo y Fuego en lugar del Manifiesto Comunista de Marx y Engels.
Ser lector permite abrir la mente a diferentes perspectivas del mundo, por lo que desdeñar un género está totalmente fuera de lugar entre quienes abrazan la Literatura como una forma de vida pacífica y vigorizante.

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