jueves, 17 de julio de 2014

Blade Runner: Mercer y la oveja eléctrica



El reto era de junio, pero la entrada ha sido publicada en julio.

Sí, eso no dice nada bueno acerca de mi capacidad de compromiso y puntualidad, pueden hacerme pedazos en sus cabezas, están en todo su derecho.
Sin embargo, no puedo arrepentirme absolutamente de nada; ni de mi ritmo de lectura, ni de lo tardío de esta reseña, porque así me he permitido el lujo de saborear como es debida la gran magnitud literaria a la que me enfrentaba con la lectura de esta obra.

Para quienes no disfrutan de la Ciencia Ficción, sería muy complicado entender lo especial que es esta historia para el género, mientras que para los frikis como yo será más fácil seguirme.

Empecemos por el título, que, se alcanza a comprender en todo su esplendor solo cuando se ha llegado al final de la lectura. Es extraordinaria la facilidad con la que el autor puede hilvanar dos ideas con contenidos absolutamente opuestos, dando paso a un diálogo irónico, con matices de crítica orientada a toda la curiosidad que el hombre ha poseído desde el inicio de la Historia.

El fondo de este libro va mucho más allá que entender el mero título, pero es ese título el que sintetiza todo lo que trae dentro; situaciones de ambivalencia emocional, discordia ética, el poder bobotizante de la televisión,  el profundo hastío resultante de tareas socioeconómicas monótonas y con utilidad reducida para el mundo parcializado casi en su totalidad en honor a la tecnología.

Estoy segura de que me estoy saltando muchos otros temas esbozados con ligereza precisa en esta historia, pero el esencial se halla en la necesidad casi visceral del hombre por saberse acompañado en este gran universo del que no sabemos más que una milésima parte; El concepto del mercerismo es la representación perfecta de que los seres humanos no podemos con la soledad. Sentirnos aislados nos asfixia, y por eso resulta imperativa la creación de dioses plásticos, cuando la fe en los auténticos ha dejado ya de sernos útil y reconfortante.

La humanidad está diseñada para moverse en grupos, desarrolla cualidades empáticas que le facilitan esta labor, por lo que resulta terrible pensar en un futuro repleto de robots humanoides sin este reflejo característico de nuestra raza, además del problema de la dependencia de una caja que controle los humores que deberían ser absolutamente espontáneos.

En fin, queda evidentemente claro que me enamoré de esta obra, que debería ser de lectura obligada para todos, puesto que ninguno de nosotros, habitantes terrícolas del siglo XXI, está exento de, alguna vez plantearse la posibilidad de comprar una mascota electrónica; demandan menos humanidad, y más tecnología, una herramienta pensada especialmente para mejorar nuestra calidad de vida en este mundo lleno de máquinas que se han vuelto más inteligentes que las personas que las fabrican.



0 comentarios:

Publicar un comentario