sábado, 24 de mayo de 2014

El color de la magia: el juego de los dados

Cuando Esther propuso un reto de lectura me emocioné porque hacía bastante tiempo que quería sentarme a leer en conjunto con otras personas para debatir y discutir sobre algún libro interesante. Es por esa razón que acepté de buena gana que situara El Color de la Magia en nuestras vidas para poder empaparnos con el trabajo de Terry Pratchett. No es que jamás haya escuchado sobre este escritor, pero debo ser sincera y confesar que nunca había tenido intenciones de leerlo. Hasta ahora.


Los retos que nos proponemos aquí en ESN son particulares porque la idea es reconstruir el libro en base a la perspectivas de cada uno de sus miembros; es decir, no intentamos echar por tierra el valor de las obras literarias sino hacer brillar determinados factores que cada uno de nosotros, por su manera de ser y ver las cosas, encuentra en ellas.

En mi caso, lo que más me gustó de esta fantasiosa construcción fue la mezcla de géneros y el papel que cumplen los seres divinos de este nuevo y extraordinario mundo, el cual se nos presenta para hacerle competencia a Narnia y a Harry Potter. Son estos factores místico-religiosos en los que decidí afincarme para escribir las líneas que conformarán mi opinión sobre este libro.

Antes de hablar sobre la divinidad es necesario dedicarle unas palabras a A’Tuin, la colosal tortuga que nada por el inmenso espacio llevando en su caparazón a cuatro elefantes que sostienen Mundodisco sobre sus lomos. ¿Lograría imaginar alguien que semejante criatura, que semejante escenario sea posible? Gracias a Terry puedo mirar al cielo y creer que no sabemos nada y cualquier cosa podría pasar. La belleza del origen del Universo, del Mundo y todo lo que conocemos es parodiado con una habilidad magnífica; después de aprender sobre A’Tuin, vivir en el planeta Tierra no es nada interesante. Especialmente porque los personajes que allí se desenvuelven resultan tremendamente curiosos a la hora de ser evaluados.

Los personajes llegan a ganarse tu afecto, a pesar de que en determinadas ocasiones sentí que eran descartados demasiado rápido; en algunos punto sentía que no estaba disfrutando en su totalidad porque los sucesos acontecían con una rapidez pasmosa. Entre Dosflores y Rincewind, me quedo con el inocente y desesperante turista porque del mago solo quiero saber cómo será su verdadero encuentro con La Muerte; la inesperada unión entre Hrun, el Bárbaro, y Liessa Wyrmbidder, Reina del Wymberg, también me encantó (ligero romance/pasión no viene mal de vez en cuando). No obstante, fueron Dama y Sino quienes me maravillaron y el "juego de dados" fue mi parte favorita de todo el libro.

En ellos dos quiero afincarme.

Leer la escena donde los dioses juegan en un tablero con fichas reales me recordó mucho al trabajo de Homero y Virgilio porque el papel que cumplen los panteones mitológicos en la Ilíada, la Odisea y la Eneida son exactamente iguales (tal vez porque ambos son de género épico, en el sentido de que cuentan los orígenes de una cultura), aunque nunca verás a una Atenea/Minerva o a un Apolo echando dados sobre la mesa y apareciendo criaturas de la nada.

Si le doy tanta importancia a Dama y Sino es porque esa manía de controlar a voluntad y por interés el destino no es nueva, sin duda, y tampoco es exclusiva en los seres divinos. No es un Dioses Vs. Humanos, es la imposición de alguien sobre alguien, de algo sobre algo. ¿Cuántos de nosotros no hemos querido hacer lo mismo? Inclusive para los dioses griegos y romanos el destino estaba vetado, porque cada quien nace con un hilo dorado que seres superiores se encargarán de cortar en el momento oportuno; es decir, todo y nada está escrito en piedra. Y con estas sencillas apariciones, Pratchett logra susurrarnos al oído: no creas que solo me dedico a bromear.

En Mundodisco la vida es extraña, especialmente por ese raro descubrimiento al cual denominan octarino; dragones, héroes, magos, criaturas mágicas, dioses y diosas, mercenarios, damas en peligro, intrigas, imperios de oro, fábulas marinas… Es gracioso ver sintetizado en un solo libro la ciencia, la religión, las costumbres y la vida en sí con un tono natural, chistoso y despreocupado. El Color de la Magia no narra simplemente las historias de diversos personajes, narra en realidad la historia del mundo transformada por la comedia, la aventura y la magia.


Y en base a este fundamento me tomo el atrevimiento de decir: Hay que leerlo.

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