Cuando
empecé a leer La vida de Pi (en
inglés: The life of Pi) me preocupaba
mucho qué podría extraer de la historia para escribir esta entrada porque
quería responder correctamente al reto propuesto por Gabriela para el mes de
agosto.
Mientras más avanzaba y avanzaba supe que acabaría dedicando estas
líneas a Dios; pero no al Dios católico que durante toda mi vida he conocido,
sino a ese Dios ilustre escondido entre las palabras y plasmado en las escenas
de la novela que narra la historia de un niño perdido en el mar con un tigre de
bengala.
Cuenta
Piscine Molitor Patel que en un pequeño pueblo existen tres colinas y cada una está
consagrada a Dios; en cada colina se erige un templo, en cada templo se cultiva
una ideología y cada ideología señala un camino a seguir. Las tres colinas son
las opciones más relevantes de un abanico de posibilidades, son las tres
hermanas que durante años han luchado por convertirse en la mejor vía, en el
perfecto destino, en el único sustento de los fieles para conseguir el amor de
Dios. En estas tres colinas es donde inicia el verdadero viaje de Pi.
A
lo largo del libro, entre un bote desteñido por la brutalidad de la naturaleza
y la proximidad de la muerte, se nos va moldeando con barro un Dios; un Dios
que admite cualquier tipo de devoción porque ama y busca ser amado también. ¡Y
qué sorpresa! Descubrimos que este Dios abarca tantísimas cosas que resulta muy
difícil creer en él. Descubrimos lo fácil que es perder el rumbo en los
momentos más difíciles y en lo irreal que es encontrar una respuesta
satisfactoria y eficiente.
El
Dios creado por Pi Patel, extendido con la presencia de Richard Parker, es la
fe misma intentando abrirse paso entre la crueldad humana, entre la
insatisfacción que sentimos al contemplar nuestro interior y percatarnos que no
correspondemos con la belleza del exterior. Es un Dios que, si se me permite
decirlo, se convierte en un hombre tangible capaz de extendernos la mano y
decirnos: todo irá bien, lo sé.
Tengo
que decir que descubrí en este libro una belleza incomparable, una que se quedó
conmigo aún después de haber leído la última frase. Está escrito de una manera
hermosa, con tanta sencillez y detalle que parece un cuento para dormir. Considero
que todos deberíamos leerlo porque puedo percatarme que es de esas obras
literarias que generan diversos puntos de vista, que encierra un significado
distinto para cada lector y que indudablemente regala una parte de sí mismo a
este.
La vida de Pi es una historia conmovedora y extraordinaria,
poco importa si acaba siendo real o ficticia porque no se trata de demostrar
hechos sino de creer en ellos. A mi manera de ver no es una novela donde hay
que diluir elementos y separarlos sino todo lo contrario; cada punto está
conectado a una coma. No es el funeral de la razón sino el nacimiento de la fe
y la importancia de ella en nuestra vida.
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