CONTIENE SPOILERS
No me arrepiento de haber comenzado con esta saga. En la entrada de Correr o Morir, explicaba el motivo por el que me había tardado tanto tiempo en decidirme por leer esta saga. Ahora vuelvo, digo y confirmo que esta saga es espectacular. Esta no será una reseña como tal, más bien será de la forma en la que yo suelo reseñar: tomo uno de los temas del libro y a hablar sobre él.
Cuando uno termina de leer el primer libro, tiene esa pesadez de una historia en donde te dicen que un virus puede salir de la nada debido a la devastación del medio ambiente y una destrucción total del equilibrio que se supone debe existir para que las cosas no se salgan de control. Le hace a uno pensar ¿Cuán importante es cuidar nuestro planeta y toda la vida que él existe?
Pero esa amargura desaparece para dar paso a algo mucho más grave y desgarrador. En este libro nos enteramos de que la llamarada solar fue un detonante de algo mucho más feo, no de algo que ella causara directamente, sino de forma indirecta. O al menos con el primer libro no me percate de eso. El virus fatal fue liberado de un laboratorio de quien sabe que país. El virus capaz de destruir a la especie estaba presente desde mucho antes de que el sol se saliera de control.
Eso me da mucha grima, ya que me pongo a pensar en el estado actual de nuestro mundo y me doy cuenta de que quizá este sea un grito de protesta del autor. ¿cuantas personas ya murieron por el Ébola y cuantos más tendrán que morir para que alguien decida destruir el virus en lugar de congelarlo?
Todo este asunto del virus, de los experimentos apuntan -creo yo- a una forma de buscar la conciencia mundial ante todos esos laboratorios que tienen aún virus como la viruela. ¿Qué quita que el día de mañana un mega terremoto destruya el lugar en donde está todo eso congelado? Nada lo quita, podemos encontrarnos con laberintos en la vida real, con llamaradas a la vuelta de la esquina.